El 7 de diciembre es una fecha que cambió la historia de Norteamérica y del imperio japonés. Para los primeros fue el día de la infamia al ser atacados sin previo aviso y engañados mientras precisamente negociaban las diplomacias de ambos países. Para Japón iba a suponer el principio del fin, algo que ya no podrían parar y que culminaría 4 años después con dos bombas atómicas.
El ataque se produjo en domingo y contra la flota americana amarrada en puerto y las instalaciones de varias bases aéreas en Hawai.
Fue minuciosamente preparado y por ello es más infame, ya que varios meses antes, se preparaba por parte japonesa. Y no sólo me refiero a la preparación de torpedos para aguas poco profundas o de proyectiles navales de 356mm convertidos en bombas perforantes, ni siquiera los entrenamientos de pilotos o el espionaje en las islas... es que incluso tuvieron que terminar aceleradamente dos portaaviones para poder transportar aviones suficientes.
Sin embargo, no debería haber sido sorpresa, o si no lo fue, quizás fuera propiciado por los propios americanos como excusa para entrar en la guerra del bando aliado. No fue sorpresa por la tensión que ya existía, porque se instalaron radares de alerta temprana y porque el número de portaaviones, el tipo de ataque, y la dirección de aproximación fue predicho por un oficial de la marina americana unos meses antes.
Sea como fuere, el 26 de noviembre zarparon en secreto 6 portaaviones japoneses desde las islas Kuriles y tomaron una ruta indirecta y alejada del tráfico marítimo normal, para situarse a 280 millas al norte de Hawai. Los portaaviones eran los Akagi, Kaga, Soryu, Hiryu, Shokaku y Zuikaku, estos dos últimos recién terminados.
Atacaron dos oleadas de aviones con un total de 383 aparatos entre cazas, torpederos y bombarderos en picado y en horizontal.
Consiguieron hundir a los acorazados Arizona y Oklahoma con pérdida total, y hundir también en aguas poco profundas a otros acorazados como el California, Nevada... que serían reparados, modernizados y tomarían parte en la guerra.
Pero no encontraron a ninguno de los tres portaaviones que allí debían de estar, los buques que realmente eran valiosos. Por ello fue un anzuelo? el caso, es que estos se salvaron y llevaron el peso de toda la guerra.
Además los japoneses olvidaron atacar la base de submarinos, el astillero de reparaciones y los depósitos de petróleo. Todo ello de vital importancia, quizás los 7 acorazados que encontraron juntitos y bien juntitos les nublaron la vista.
Lo peor para Japón, es que la explosión del pañol de munición del Arizona y sus mil muertos, unió a una nación dividida entre el aislacionismos y lo que sucedía en Europa y su ánimo se encendió definitivamente.
Algo después Doolittle (en broma do Little) bombardeaba con 16 aviones B25 lanzados desde el USS Hornet ciudades japonesas, y a los seis meses eran vengados los Akagi, Kaga, Soryu e Hiryu en Midway junto a muchos pilotos japoneses. En abril de 1943 era vengado Yamamoto, el almirante japonés, y poco después la flota imperial era eliminada, para rendirse en la bahía de Tokio.
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